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Pobre niño gordo

Los gordos existen de toda la vida, sí señor, pero la epidemia de obesidad infantil es relativamente nueva. ¿Qué quiere decir esto? Pues que estamos ante una enfermedad creada, dicho de otro modo, somos, como sociedad responsables de esto que está ocurriendo. Y no quiero dar un paso atrás y esconderme, que conste, los principales responsables de una epidemia de obesidad infantil vamos a ser los pediatras y los padres.

Pobre niño gordo

Yo me siento casi autoridad al hablar de esto, porque otra cosa no, pero niña gorda he sido y puedo hablar desde la experiencia propia. Ya habéis leído mis relatos en los que hago referencia a cómo este sobrepeso ha marcado mi infancia, mis relaciones sociales, mi carácter y me han configurado como quien soy ahora. Y aún a día de hoy, adulta con sobrepeso, me limita o al menos digamos que me moldea.

El niño gordo es una víctima y no un culpable, y sin embargo la sociedad, la escuela, el psicólogo, el pediatra, el vecino, la tele, el gobierno y hasta Papá Noel (los reyes magos no, los reyes son mis criaturas mágicas favoritas) los hacen únicos responsables de su enfermedad. Es como si llegase un asmático en una crisis de bronquitis y le dijésemos “Claro es que si sabes como te pones para qué sales de casa” “Mira este como viene otra vez” “Si sigues así un día te quedas tieso”…

No, ¿Verdad? No lo hacemos. Pero con el niño gordo o el adulto con sobrepeso si es  ley escuchar: “A saber qué comes” “Es que hay que moverse” “Es que no pones de tu parte”…

Oigan, un momento; ¿Me conoce acaso? ¿Sabe cuál es mi dieta, cuáles son mis hábitos, mi nivel cultural, la economía de mi familia? ¿Sabe usted si mi madre y mi padre y mi abuela, y mi tía y mi bisabuela son también gordos? ¿Sabe si este sobrepeso responde a una genética del infierno o a una enfermedad de base, o a una incultura nutricional o a un problema emocional? ¿Está acaso preparado para juzgarme sin saber nada de mí?Pues eso.

Pero se les juzga y se les condena, a menudo (casi por norma) sin hacer una buena historia que nos permita conocer el porqué de su enfermedad, algo que no haríamos jamás con otras patologías.

¿Por qué estoy gordo?

La mayor parte de las obesidades serán exógenas, es decir, sobrevendrán de un disbalance entre la ingesta y el gasto, pero esto ya lo sabemos, esta muy manido, lo que habrá que tratar de entender es por qué existe ese disbalance, qué me lleva a ingerir más calorías de las que gasto o a gastar menos de las que ingiero.

Así, podremos encontrar distintas razones:

  • Cultural: No existe cultura nutricional, somos analfabetos nutricionales, no entendemos la diferencia entre un donut y un pan con aceite.Esto es una exageración, pero ojo, que muchos os estáis dando cuenta de que a veces no es fácil discernir entre lo sano y lo insano (zumos, productos de bebés, etiquetas “eco” o “bio”…) y es que la industria se afanará en disfrazar sus productos. Esta incultura no nace, se hace. Es un desaprender al que nos empuja la publicidad engañosa, la industria, la ausencia de leyes que regulen productos insanos y la incapacidad de la atención primaria para abordar este problema.
  • Económica: A veces sabemos qué es lo adecuado pero no podemos ofrecerlo a diario. Comer sano, comer fresco es más caro que alimentarse a base de ultraprocesados. Si no me creen compruébenlo.

Menú big mac julio 2020: 3,90; dos menús completos de pollo frito KFK 7,49e, Pizza boloñesa Carrefour 1.89 e, Seis donuts 1,99e…

 

  • Emocional: ¿Saben qué es el hambre emocional?

La comida va ligada a emociones desde el inicio de la vida, y es que en un ser emocional, como lo es el hombre, ¿Qué puede desligarse de las emociones?

Al nacer la alimentación va ligada a la madre (o al padre en ausencia de esta) y significa mucho más que comer, ya hemos hablado hasta la saciedad del apego, del vínculo, de la relación necesaria que se establece a través de ese alimentar. Me alimenta, me cuida, me siento seguro…

Posteriormente, de adultos, la comida se vincula a celebraciones, a recompensas o a regalos. Es más hay ciertos alimentos que van a provocarnos placer inmediato no solo por su sabor si no por la asociación que hemos hecho a lo largo del tiempo de ese sabor con emociones positivas (esto ocurre, por ejemplo cuando premiamos con dulces).

Así, como podemos entender, las emociones pueden disparar este hambre que no responde a una necesidad fisiológica si no a una carencia emocional. Me siento sola y busco el confort que logro evocar al ingerir chocolate, por ejemplo, me siento culpable y realizo una ingesta masiva para después vomitar y sentir esa sensación de vacío que parece librarme de todo. Este hambre puede precipitar trastornos como la anorexia o la bulimia, por ejemplo.

Además, no olvidemos que emociones negativas como el enfado o la tristeza pueden llevarnos a no ingerir comida o bien a realizar ingestas tipo atracón.

De este modo las emociones positivas o negativas van a influir en nuestra ingesta.

¿Cómo diferenciar un hambre fisiológica de una emocional?

El hambre emocional puede aparecer de forma brusca, y es difícil sentir saciedad puesto que, como hemos visto, lo que tratamos de llenar no es el estómago si no un vacío personal. El hambre fisiológica responde una necesidad energética, suele ser gradual, nos saciamos tras la ingesta.

Si tratais de buscar sobre hambre emocional en documentos de pediatría no vais a encontrar nada. No. La psicosomática parece que no existe para la medicina clásica. ¿Cómo somos tan torpes de pensar que cuerpo y mente pueden desligarse? Así que probablemente un pediatra no sea quien os hable de esto, pero los psicólogos si están formados en ello. Otra cosa será el modo de abordarlo. Tendríamos que acudir al origen, a la primera herida que origina ese trastorno… mientras que el médico probablemente se quede en la superficie indicando dietas y ejercicio, sin asomarse al abismo que precipita ese daño.

Voy a detenerme a mirar al niño gordo como quisiera que me hubiesen mirado a mí. Porque os juro que cuando de residente de pediatría me tocaba pasar la consulta de endocrino, y veía allí a todos los niños con sobrepeso, algunos felices, muchos apesadumbrados por tener que volver a subirse al peso, jurando que ellos lo estaban haciendo bien, las más responsables lloriqueando… Yo solo quería abrazarlos. Así que prometo dedicaros todo el tiempo. Se avecina serie sobre el sobrepeso y la obesidad en la infancia.

Otras entradas sobre obesidad: 1 La epidemia de obesidad:Cambiar el modo de vida, 2 El niño gordo, el adulto enfermo, 3 Cómo combatir la epidemia, 4 ¿Qué podemos hacer los padres?

 

 

 

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