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Noche de reyes

Hoy es mi noche favorita del año, la noche que me hace volver a creer durante el resto de los días, un refugio infantil donde acudir, y ya lo sabéis, me veréis  gritar a los reyes en la cabalgata y si os fijáis,  veréis que me emociono hasta la lágrima, como una grupi loca, y es que no puede ser menos cuando sabes, que a tu alrededor hay cientos de niños creyendo en un imposible, es tal la locura, que de repente, tú también renuevas la fe.

¿Y por qué no creer si la gente se encomienda a herbalife, a la homeopatía, a el Jes extender, a la pulsera Rayma, al agua de Lourdes, o a la dieta cetogénica?

Parece que creer en la magia está de moda, pero claro, una magia adulta, la magia que te hará más sano, más fuerte, más delgado. ¿Pero qué hay de esta magia? La ilusión de esta noche es una fe, que bien gestionada, puede durar la vida entera. Y es que, yo, SÍ CREO. Creo que porque no me han fallado nunca, siempre han estado en formas distintas, incluso ahora, que colaboro como paje real de forma intensa, que ayudo a los reyes a escoger cada minúsculo detalle desde poco después del verano, incluso ahora yo SÍ CREO. Creo, además, sin necesidad de más prueba que la de escribir una carta y echarla a un buzón y levantarme al día siguiente y encontrar el salón lleno de regalos, y lo mas importante, de gente.

Digo esto porque me sorprende cómo hemos digitalizado la ilusión, y no es que esté mal, son recursos, pero será que mi ilusión es vintage, que es de los noventa, y que ahora me resulta extraño el circo tecnológico de la videollamada real, de la foto en la que puedes ver a los reyes en tu barrio, de las cartas personalizadas de los reyes… Ojo, que me parece que invertir en esta ilusión es siempre una ganancia, pero me pilla puretona, o tal vez mi ilusión se construye precisamente de la carencia de certezas.

En un mundo descreído (según pa qué, que diría mi abuela) en que desconfiamos incluso de las certezas, dejar un espacio para creer con mayúsculas, me parece un regalo. Permitir que mi hijo me cuente cómo cree que son los reyes, contarle la historia, que invento, de la barba de Melchor, o de las gafas de Baltasar, ponerle nombre a los camellos, echar la carta a un buzón «especial», dejar algo de barro en la entrada la noche de reyes,… esto me parece mucho más rico que las pruebas irrefutables de las fotos o las videollamadas.

Os invito este día a construir vuestro propio espacio mágico, ese donde todo es posible, donde poder tener fe, sin necesidad del pragmatismo que ponemos en todo lo demás, porque ellos no necesitan las pruebas, ellos solo necesitan que tú también te ilusiones. ¿Qué más prueba que ver a tus padres creer?

Feliz noche de reyes, seré la adulta loca que llora al paso de la cabalgata, no me teman, no soy una psicópata, solo es que sé que va a ocurrir algo mágico.

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