Ventanas clavadas
Mi mundo es mío, es propio, lo he ido construyendo y aún sigo levantando calles y enterrando escombros cada día. Antes de ayer esto era un altar y hoy quedan solo restos de cera consumida, mañana en esta habitación levantaré un escenario y en aquel bosque un atardecer imperecedero. Mi mundo. Mis ministros, mis pasillos de madrugada, mi mar distinto al tuyo, mis ojalaés, mis promesas, mis pozos de alambre, mis risas envasadas, mi mañana y mi ayer, las casas que habité, las orillas de mis camas, los límites de mi espalda, mi dolor etiquetado con las fechas en que se hizo grande, el orgullo de madre, la conciencia de mujer libre, las alas rotas junto a la ventana cerrada, aquella tarde que no pudo ser y se hizo domingo de nuevo…
Yo me constituyo, yo me construyo, yo inacabada y en tránsito.
¿Acaso no estás tú del mismo modo incompleto? ¿Acaso ya supiste quien eres en cada rincón y lo mejor, que eso que eres es lo que hay que ser?
Desde que recuerdo he sido tremendamente sensible a todo. Los sonidos, las horas que no pasan, la luz, las tardes de domingo, las risas de otros en los recreos, la musica, los libros. Esa sensibilidad me ha hecho sentirme diferente al resto e incluso extraña a veces en casa porque esa sensibilidad me hacía vivirlo todo con una intensidad inaudita, a veces estéril. Y supongo que ahí, al verme mis padres emprender batallas perdidas me llamaban a filas para calmarme… Pero a pesar de a veces haber tenido una sensación de exilio nunca he sentido que se me limitase este afán mío de romanticismo clásico.
Hoy me pregunto qué habría sido de mí si en mi casa me hubiesen prohibido mis tormentas. Qué sería de mí si yo no hubiese podido tener mis propias ideas sobre los toros, la muerte digna, el matrimonio, el sexo sin amor, el feminismo, la lactancia, la mujer trabajadora, el funcionariado, el amor romántico, la identidad de genero, el divorcio, el dios en la tierra, la explotación animal, la masturbación femenina, la belleza, la poesía, el arte…
Sería yo una médico de bata blanca, de plaza fija en un centro de salud de la capital, de matrimonio infeliz e hijos infelices, de misa de domingo sin fe, de insomnios sin aire….
Yo creo que no, pienso que en ese caso, habría salido al mundo vestida con sus ropas (las de mis padres, las de mi casa), y el mundo me habría mostrado la inmensidad de ventanas desconocidas, todas esas que estaban antes clavadas, todas esas que mis padres habrían cerrado para mí. “En casa se está bien, no hace frío, no hay miedo… solos mis miedos, solo estos miedos conocidos, solo esta heridas heredadas”. Y acabaría sacudiéndome la piel desnuda y enfrentándome a todo aquello con un cuerpo a punto de quebrarse, todo aquello que no conozco y que de repente me aterra, y tendría que haber derruido esa pequeña ciudad construida en mi infancia y quedarme sin patria un tiempo, para luego, ir construyendo paso a paso mis calles, mis ventanas abiertas.
Pretender mostrar a nuestros hijos solo lo que nosotros creemos correcto es un error inmenso por varias razones:
- Nosotros estamos en construcción por siempre (ojalá así sea) y muy probablemente este suelo mañana no sea el mismo.
- Nuestra forma de vida no es la única ni la verdad.
- Nuestro mundo no es el suyo, encontrarán diferentes retos, abismos distintos y quizás no le valgan nuestras alas, quizás necesiten unas nuevas.
- Mis heridas, mis prejuicio, mis miedos, mis fantasmas no son los suyos, no voy a dejarte en herencia mi bestiario. Mis monstruos son míos y solo habitarán mis rincones.
- Muy probablemente nuestros hijos nos enseñarán acerca del mundo cuando el mundo se nos torne otra vez inmenso; porque ahora creemos saberlo todo, pero la vejez nos dejará otra vez asustados enfrentando un mundo que nos es desconocido.
- El no hablar de algo no hace que desaparezca, eso estará ahí aguardando y si no hemos sido capaces de explicar, de dar armas para entender, llegará le día en que estén perdidos y nosotros no estemos allí.
- Nuestros hijos serán más fuertes que cualquier censura impuesta y al final todos se construirán libres…
Nosotros estamos aquí no para tener las llaves de los candados que cierran sus ventanas, si no para ser guardianes de su libertad. Yo te prometo mi mano para acompañarte, para asesorarte, para abrazarte siempre. De nosotros depende que construyan su mundo en paz, con nuestra ayuda, o solos y rotos después de un peregrinaje de años sintiéndose perdidos.
NO, yo no soy la verdad, NO, esta familia que tenemos no es la única forma válida de familia, NO, no hay que querer para siempre, NO, yo no lo sé todo, SÍ yo también tengo miedo, SÍ mi mayor miedo es tu infelicidad.
Voy a transmitirte mis valores, voy a luchar porque seas feliz, porque no te dañes, voy a enfrentar mis propios miedos para no dejarte la herencia de mi herida.
Y es que no censurar no significa no decirte que creo que te equivocas o que otros se equivocan, es darte la oportunidad de escuchar a todos y luego, como madre, tratar de hacerte ver mi punto de vista con argumentos que te sirvan para decidir en libertad. Y si te equivocas, seguiré estando aquí para de nuevo ayudarte a reconstruir el último derribo.
Yo velaré por tí, y podremos hablar de todo eso que me asusta.
Vuela solo, yo estaré contigo cuidando de que encuentres todas las ventanas abiertas.
Información básica sobre protección de datos