Rotos

Hoy amanezco fuera de casa con el ruido de lo que ayer ocurrió en Madrid, sintiéndome de repente más fuera de casa que nunca, planteándome dónde está el hogar cuando todo tiembla.

Está bien cuestionarse, querer saber,… también hay que estar abiertos a las respuestas aunque estas no te gusten, porque en ciencia intentamos hablar de evidencia y no de fe.

Y no estoy refiriéndome a si la medida de mascarillas para todos es o no una medida eficaz o necesaria, pero porque entiendo que no es una medida que atente directamente contra mi salud, mi ética o mi vida. ¿Ahora mismo creen que podrá paliar el daño que está haciendo esta pandemia? Pues la uso. Supongo que quien ayer se manifestaba en Madrid entendería que el uso de la mascarilla está coartando de forma flagrante sus libertades, sus derechos y su modo de vida. Igual las libertades de otros son así de pobres, de pequeñas, de asustadas.

A mi no me habrán visto hacer una fiesta promascarillas, pero ahora me toca ponérmela, me guste o no, porque hoy por hoy, parece que puede ser de ayuda… Igual mañana no, cierto, como tantas cosas en esta pandemia. Y esto no es ocultar información, manipular, querer dañar… Esto es reconocer las limitaciones de un gobierno, un sistema sanitario y una sociedad que se enfrenta a algo desconocido y por tanto, incapaz de acertar a la primera. Vamos equivocarnos todos, incluso los gurús que han hecho de la verdad un coto privado que solo a ellos les pertenece.

Ya ayer, antes de este despropósito, colgaba una imagen que está pasando de muro en muro de Facebook en la que se nos llama a los sanitarios “Cómplices de la falsa pandemia”.  Yo soy sanitaria, yo he trabajado con este virus, y yo he tenido la suerte de no haber despedido a ningún paciente. Pero yo soy pediatra, mi ámbito de trabajo, en general, son niños sanos… Pregunten a los internistas, a los intensivistas o a los médicos de familia si existe o no la Covid. Pregunten a ese amigo que perdió a un padre. Pregunten a las enfermeras, a los auxiliares…

Que el virus existe es una certeza tan grande como que la tierra es redonda, aunque desgraciadamente, esto sea ya algo que hoy en día también ponen en cuestión. Los sanitarios somos ahora un personal movilizado y siempre comprometido, a pesar de que nosotros también dudemos, tengamos miedos e hijos.

Estamos asistiendo al auge de los negacionistas, los antivacunas, los terraplanistas, los sanadores, los chamanes, … Ya os digo que esta mañana a pocos kilómetros de casa, de repente, siento que pronto no quedará un hogar donde regresar. Y el miedo se vuelve doloroso cuando pienso en mis hijos. Nos está quedando un apocalipsis de libro, una edad media de hogueras y brujas, una tierra partida en parcelas tan pequeñas como lo son tu egoísmo y el mío. ¿Cuánto tiempo podremos soportar esta certeza de estar rotos?

Yo tengo miedo de dejaros este suelo lleno de heridas, a vosotros, mis niños, que apenas estáis despertando al mundo. Un legado de piedras y sangre de otros, de una guerra que ahora está en cualquier esquina, un levantamiento que no debiera llamarse rebeldía si no egoísmo, una casa que no existe, que no tiene cimientos, que se tambalea.

No es justo que os obliguemos a vosotros a ser el ejército de flores, pero ojalá, mis niños, estéis llenos de abriles porque vamos a dejaros un mundo en llamas. Ya no sé qué quedará del hogar después de herirnos tanto.

Hoy amanezco triste y cansada, pero mañana estaré de nuevo dispuesta a asirme muy fuerte a mis credos. Yo creo en la vida y en el regreso de la primavera.