Nuestro beso a doble página en El País

La imagen vuelve a ser de Inmarcesible porque tiene una sensibilidad preciosa.

En casa no se ven las noticias, y si Lucas quiere verlas lo hace cuando no estoy, porque se me ha saturado el filtro de noticias apocalípticas. Ya no puedo seguir escuchando narrar cada muerte, cada aumento de contagio, y sobre todo cada nueva desinformación sobre medidas de seguridad, inmunología, tratamiento… Pero sin duda lo que más me duele son las noticias morbosas, las que solo buscan el drama, las que no solo no aportan si no que enferman de miedo a quien las escucha. Me refiero a ese caso raro de ese niño que fue mal, esa raya en el agua de aquel paciente joven sin ningún factor de riesgo que falleció,… ¿De qué sirve? ¿Qué os aporta? A mí nada. Yo voy a continuar trabajando, queriendo, respirando, confinada, abrazando a mis hijos, mal durmiendo, comiendo,… viviendo en suma. Así que además de aumentar nuestra angustia, ¿Qué consigue?

Creo que informar es importante, información veraz y útil, información que sume… esto no, el morbo no, el miedo no. Este espectáculo de asistir en primera fila a cada drama, esta carga de llorar cada día escuchando la misma tristeza repetida y por tanto amplificada, este regodeo, este agujero… Esto no.

No aporta nada contar ese desenlace terrible e inesperado. No me lo aporta a mí como ciudadana. Otra cosa será la comunidad científica, los médicos debemos saber cómo se comporta el virus, qué hallazgos no esperados hay, su agresividad, su mortalidad, su morbilidad… La población general no necesita contar los muertos en una pizarra cada día, no necesita conocer el desenlace fatal de esa mujer joven, y no necesita, ni entiende (ni debe hacerlo) datos sobre HLAs, cargas virales, mecanismo de actuación de la hidroxicloroquina… ¿Saben por qué? Porque a menudo quien “informa” no sabe de qué esta hablando (me refiero a tertulianos reconvertidos en divulgadores científicos, a toreros que van de listos, a periodistas políticos que se encargan de lanzar afirmaciones erróneas…) y eso es peligroso, y en el caso de que sí estemos hablando de alguien experto en la materia es muy probable que aquello de lo que se hable no sea un tema asumible por la población general. Si a mí mi hermano ingeniero me prentende contar la última incidencia de esa parte de esa máquina de esa central eléctrica en la que trabaja… es muy posible que no me entere de nada… Pero si el que me lo pretende contar es Fran Rivera… pues imaginaos el desastre. A eso me refiero.

Así que, periodismo sí, informativo y responsable, necesario, libre… Pero por favor, dejemos de hablar de la biología molecular del virus y otros datos sumamente específicos y que deben ser manejados por los que son capaces de entenderlo y sobre todo, dejemos de hacer portadas con los casos que salieron peor de lo esperado.

Ojalá empecemos a publicar los éxitos a doble página. Ojalá mañana un reportaje sobre nuestros hijos felices saltando en los charcos de una azotea, sobre el beso que nos dimos ayer como si fuésemos adolescentes, sobre el vals que nos marcamos en zapatillas en el salón, sobre este abrazo que me ha roto todos los huesos y me ha hecho inmensamente feliz. Sobre el triunfo de estar riendo mientras fuera sigue la lluvia de miedo en prime time .

Sonreír no nos hace insensibles, nos convierte en supervivientes. Así que sin restar ni un ápice de importancia  a lo que ocurre, sin dejar de lamentar ni una sola de las pérdidas y despedidas… Ojalá mañana nuestro beso adolescente a doble página en El País.