globo animado

Los olvidados

Hola, hoy me levanto positiva, como si no me pesasen los 15 días extra de arresto. Supongo que a esta cárcel nos iremos acostumbrando y dolerán menos las soledades compartidas, aunque no dejemos de soñar con un reencuentro cierto.

Anoche pude leer a mis amigos y eso me ha salvado una semana más. Desde que se desbordó el mundo creé un grupo con todos ellos, con los que necesito tener cerca: Mí amigo Dani que curra en una unidad móvil con guardias eternas y avisos en los pueblos de la serranía de Ronda, mi amiga Almu que es radióloga y espera su segundo hijo, mi amiga Bea, también pediatra, con un bebé de 4 meses, como mi amiga Ana también con una bebe de 6 meses, Cande que es ginecóloga y tiene dos niños pequeños y mi amiga Mary que es internista en un hospital.

Los que están en primera línea me cuentan las dificultades para currar, las historias de miedo que ya sabemos sobre la falta de equipos de protección, sobre la complicada coordinación, sobre los cambios diarios de protocolo… Me hablan de uvis a tope, de camas repletas, de hospitales reconvertidos en centros casi exclusivos de coronavirus. Están cansados y sin embargo, no paramos de reír durante toda la conversación. La medicina es vocación, una vocación que obliga, que impulsa, que nos hace invencibles y no nos deja resquicio de duda. Nosotros, todos, iremos donde se nos mande, lo sabemos, el sistema lo sabe, pero a veces, a veces, tememos. A Almu le preocupa su embarazo, a Bea y Ana sus hijas tan pequeñas, a Cande su asma mal controlado, llevarse el bicho a casa…Tememos por la familia, por los hijos, por los abuelos, y más que nada tememos por los pacientes. Os asombraría escucharnos enfadados porque no hemos podido dar la mejor atención, porque con este paciente se hizo tarde, con este no se puedo hacer todo lo recomendable, aquel no tuvo opción a esta prueba… La lucha por nuestros pacientes es feroz. Somos un ejército de fuego, una armada invencible, una suerte de batallón sin miedo… Aunque llegue el miedo, se le ahuyenta.

Eso, sí, no somos mártires, seguimos reclamando protección y cuidados también para nosotros y ojalá esta lucha sirva para recordar que Almu tuvo que vivir en Canadá varios años porque aquí no había opción de trabajo, y allí se convirtió en una experta en neuroimagen, ponente internacional, la ama del universo…y le pesó la distancia y las ausencias,  y se volvió a ser maltratada por este sistema público con contratos basura; Dani tuvo que malvivir trabajando para la universidad hasta que cansado de promesas incumplidas decidió buscarse la vida haciendo uno de los trabajo más duros, Capitán de una unidad de medicina rural;  Mary también se marchó a Cataluña y se especializó en infecciosas y retornó, como todos los olvidados a los que nos pesa estar lejos de los que queremos; Ana y yo tuvimos (tengo) que trabajar como falsas autónomas para poder tener un sueldo, sin bajas de maternidad, sin derecho a conciliación…. Que os acordéis de que vamos a estar siempre y que por tanto somos una riqueza colectiva, que el mayor valor de esta sanidad es su pelotón humano, la avanzadilla, los sinmiedo… Los olvidados.

Y así me fui a la cama con la imagen de mi amigo Dani, que es una artista, un ser humano extraordinario, vestido de minion, como él dice, con el debate sobre los corticoides en el COVID-19, con el “emos sido engañado” y sobretodo con el “Cuidaos mucho, os quiero, os echo de menos”.

Me levanto sonriendo por ellos y para ellos pensando en la fiesta del final del fin del mundo como una promesa cercana.

¡Os quiero, os echo de menos!

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