Saco
A Saco lo encontré durante una guardia, no podía dormir y lo vi en la página de la protectora y al salir, al día siguiente, corrí a buscarlo. Tenía el pelo muy largo y enredado, estaba sucio y perdido. Tendría unos 2 años, nos dijeron
Cuando lo recogí temblaba, permanecía muy pegado a mí, como si temiese mi partida.
En seguida se concentró en celarme y gruñía cuando se acercaba Moco.
Durante años Saco temblaba si alguien gritaba cerca, se orinaba si había un golpe. La escoba que se cae, el cuenco de la comida, una puerta…
En los paseos mantenía una actitud defensiva, caminando como un soldado a punto de caer, una sensación de batalla perdida.
Tardó mucho tiempo en jugar y correr como el resto, pero lo consiguió, y fui feliz sintiendo que había sanado de un daño que no conocía (nunca supe nada de su vida anterior) pero intuía.
Hemos crecido juntos, me ha visto perderme, reencontrarme, reconstruirme, embarazarme. Ha apoyado su cabeza en mi barriga preñada, ha corrido al verme llegar con mis hijos recién nacidos.
Acuna a Abril y soporta sus locuras por más que ya le duela el tiempo pesado sobre la espalda.
Me vela en mis insomnios, acude cuando deambulo por la casa, y se tumba sobre mí respirando muy despacio, como quien canta una nana, como quien acaricia a un niño para espantarle los miedos.
Le encanta nadar y sacudirse helado sobre nosotros, llenarnos la boca de arena y oírnos reír.
Parece feliz, pero sigue temblando como un animal herido cada vez que en la calle estallan los petardos.
Mi perro que ha sido torturado, estoy segura, en una vida antes de nosotros, que aún le lastra, aunque no lo parezca.
Hace unos días, descubrimos, que Saco guarda una pena de plomo en el abdomen, que cela una pesadilla entre sus tripas. Quizás por eso sepa tanto de sanar tristezas.
Ojalá vivieses 10 vidas para lograr hacerte olvidar, para que por fin dejases de temblar, para que en tu barriga solo quede el peso de mi cuerpo rendido, el beso de los niños antes de irse a dormir, la certeza de que te quieran, de ser familia, de dejar de temer.
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