Ojalá
Cuando la librería Luces abrió yo aún no tenía veinte años.Andaba sintiéndome distinta y algo perdida, terminando y empezando una etapa, dando un salto mortal hacia una madurez que se impone y que a veces duele.
Me gustaba pasar largos ratos en los pasillos donde nunca me sentí una extraña. Podía abrir los libros de poesía y leer unos versos para después pasar a otros, decenas de poetas distintos en mis manos. Ojeaba también los relatos cortos, y alguna vez compré un libro, aunque robé mas versos de los que pagué, me los llevaba empapándome las entrañas y salía más llena de aire que los huesos huecos de los pájaros, sintiendo que de algún modo volar era posible.
De allí mis primeros libros de Foster Wallace, la antología de Cortázar, los poemas de Ángel González. De allí mis ganas de escribir una historia distinta, de perderme sin culpa, de experimentar, de hurgarme los abismos.
Una librería abierta es un regalo. Es la posibilidad de creerte capaz. De saberte necesaria. De dejar de sentirte extraña. Gracias por haberme permitido invadir ese espacio sin pedir nada a cambio.
Y hoy veo mi libro (aunque este no es un libro literario), en su escaparate, debajo de un rótulo que reza » Málaga» y solo me crecen las ganas de seguir intentando volar.
Ojalá algún día lleguen a ella también mis historias, mis cuentos, mis versos y quien sabe si una tarde, le enredo las tripas a alguien y consigo hacerle flotar.
Gracias Librería Luces. Y ojalá.
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