globo animado

Mi insomnio

Imagen de pausada.

Después de más de una semana hablando del mal dormir no puedo pasar sin reflexionar sobre mi propio insomnio que convierte las madrugadas en caminos infinitos repletos de espinas y yo, en medio de este laberinto de Alicia soy presa de mi propia pesadilla, Yo, soy yo la única que propicia y mantiene mis insomnios. De nuevo “Pasen y vean” el drama de no conseguir dormir.

Desde siempre me recuerdo insomne. Supongo que la adolescencia fue la época en la que el problema se volvió mayor, al menos para mí, pero recuerdo madrugadas también de niña, y si preguntamos a mis padres ellos sin duda afirman que fui muy mala para dormir. Igual lo que no sabían es que eso iba a acompañarme siempre.

Ya digo que de adolescente o preadolescente mas bien, nos mudamos de casa, no cambiamos de colegio, y yo recorría las escaleras de mi habitación a la cocina, al salón, al balcón de mi cuarto mientras esperaba que por fin amaneciera… Me autoconvencí de que tomar una tila me ayudaría, pero no lo hizo, así que muchas noches las pasé repasando los rincones de la alacena, los libros de la estantería, contando cosas absurdas como los pliegues de mi colcha, las vetas del armario, … es curioso como el insomnio te hace ver lo invisible. De repente es escandalosamente imperfecto el cuadro torcido, insoportable el segundero de un reloj (recuerdo los relojes postergado a un cajón y envueltos en una mortaja de ropa), la respiración de un perro, el golpear de la cuerda de un estor movido por el viento, el aire, mi respiración, la presión en las sienes que casi tiene su propia melodía…

Desde esas madrugadas, periódicamente, atravieso épocas de mi vida en las que de nuevo me es imposible dormir. Y no es que no sea capaz de conciliar, lo hago, me duermo, pero cualquier despertar de madrugada me secuestra y me convierte en un cuerpo cansado a la deriva, un cuerpo tomado por todos esos miedos que acumulo y que al encontrarme así, agotada y sola, me toman como una casa cerrada y hacen de mi un animal enfermo.

Hoy no duermo pensando en mis hijos, o mas bien en mi trabajo, o exactamente en la conjunción de ambos, que es una quimera imposible, un unicornio, un minotauro. Cuento horas y euros, reparto mi vida apostando en diferentes mesas… ¿y si dejo la consulta y me dedico a la primaria en un centro de salud?… no salen las cuentas, no salen, y además… no quiero dejar de hacer lo que hago… ¿Y si los miércoles trabajo por la mañana en lugar de por la tarde?… ¿Y si pudiese hacer lo que me hace feliz sin renunciar a ellos? Pero no puedo.

Hoy por hoy mi consulta no me permite vivir, y el grueso de mi sueldo proviene de las guardias que hago en hospital. En términos de eficiencia esta claro que esta locura de querer hacer la medicina que sé del modo que me gusta es totalmente absurdo. Si este insomnio lo arbitrara un gerente me diría,: “Muy fácil Marta, cierra la consulta y haz guardias. A dormir” y ya está, si yo fuese un gerente, ya está, podría seguir durmiendo. Pero a estas horas no hay nadie, ninguna voz distinta a la mía. Estamos solos, la presión en las sienes, la respiración de mis perros, mis fantasmas y yo. Así que a mis ojos esto es un abismo ante el cual me paralizo. ¿Cómo ser rentable y a la vez feliz con lo que hago? ¿Renuncio a las tardes con mis hijos o renuncio a este proyecto de hacer la medicina desde la proximidad y la libertad que me permite mi consulta? ¿Podré algún día vivir de esto o acaso cada insomnio me sentaré a hablar con los mismos fantasmas?

Son las 6 de la mañana y esta noche me desperté a las 2.30. He tratado de leer, de ver una serie, de usar un programa de radio, el ruido blanco, el ronroneo sedante de uno de mis gatos… pero no ha servido de nada. Al final me he rendido a la evidencia de otra batalla perdida y he decidido ser productiva sabiendo que en 2 horas la casa estará despierta y yo seré un cuerpo agotado hasta que de nuevo pueda volver a dormir. Pero, ya saben, no puedo permitirme este cansancio, mañana, que es ahora, ellos me necesitarán como si hubiera dormido mil lunas, con la misma fuerza… y temo no estar a la altura.

El insomnio es una locura que solo pueden permitirse los adolescentes.

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