Mañana del día seis

Siempre soy la primera, siempre. Esta noche duermo regular, me despierto varias veces, me desvelo  ratos, pensando en sus caras, reconstruyéndome el pasado a trocitos. Y echo de menos muy fuerte pero a la vez me doy cuenta de la suerte inmensa de seguir teniendo a mi alrededor razones tan potentes para mantener la ilusión.

Para todos a los que hoy os falta alguien importante, para los que echáis de menos de forma crónica, mirad a vuestro lado, ¿Acaso no son ellos/él/ella un argumento potentísimo para creer?

En este salón repleto de regalos y vacío de gente, yo recuerdo a mis abuelos, el plato hondo lleno de aceite, la mesa camilla redonda con el pañito de crochet, el sillón orejero de cuero marrón, a mi abuela pelando patatas sentada en el sofá… Mis recuerdos son tantos, tan potentes y tan felices que puedo revisitarlos varias veces al día, y no se agotan, no se extinguen. Los huelo, los palpo, los oigo y me generan emociones tan intensas, que nunca nadie podrá decir que se han ido.

Yo hoy, en este silencio de casa que aún dormita, los pienso a ellos, me siento acompañada. Y sé que estoy creando para mis hijos esa misma magia, ese placer de poder recorrer estas felicidades para siempre, incluso más allá de aquellos que las construimos, incluso más allá de la muerte.

Ojalá mi regalo de reyes sea que cuando mañana se levanten en una casa que aún duerme, como yo, sientan que no están solos, que todas estas felicidades regresen cada vez que las necesiten, mucho más allá de las personas que las construimos, una victoria épica contra el tiempo. La eternidad es este recuerdo.

Queridos Reyes Magos… no permitáis el olvido.