El día después
El día después siempre amanece con una luz distinta, como si estuviese en pasado, un sepia que lo hace accesorio, prescindible. Una pausa. El día después de todas las cosas el tiempo se detiene y flotamos en una nebulosa de irrealidad, un algodón tibio que lo impregna todo.
Pero este día después son sus pies sucios, los mismos con los dejé que anoche se metiera en la cama, demasiado tarde, con la cabeza llena de futuro, con la boca verde de devorar primaveras.
Mi niño que crece y me crece, que me enseña felicidades nuevas, que es capaz de abrazarme como si el mundo fuese solo esto, este abrazo, este instante.
A ratos te creo invencible, a ratos sospecho que no habrá batalla perdida, que el mundo no puede sino llenarse de flores, de tierra mojada, de insectos que brillan, de estrellas de agosto, de verbenas, de orillas, de bocas repletas de besos, de abrazos, de amaneceres, de ojalá siempre. A ratos, digo, tengo una certeza mágica de que vas a ser feliz siempre, de que vas a lograr la conquista de todas las tristezas de domingos, que con tus pies negros caminarás sembrando retamas amarillas y contigo una marcha de niños sin miedo y todos los caminos serán mañana, todos serán primavera.
Feliz cumpleaños mi vida.
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