Dolor
El dolor no tiene raza, ni bandera, ni género, ni edad, ni tiempo.
Ayer le preguntaba a mi pareja si él también tiene esta sensación de apocalipsis, este sentimiento de desesperanza. Sí, me dice, pero qué hago, intento no pensarlo mucho. Él es un pragmático. Yo no puedo, no sé hacerlo, tiendo a abrumarme, a perderme en estas tristezas, y me está costando encontrar la esperanza.
No son solo las desdichas del mundo social, son las de la tierra enferma, y las propias, que esas también pesan. Yo siento que ahora cuesta seguir, que llevo un lastre en las alas, que ya solo se caminar arrastrando los pies.
Dolor y escombros, todo lo que construimos es ahora polvo a ras de suelo.
Siento el dolor de los demás, y el mío, y anticipo el de mis hijos y me pregunto si al menos su infancia estará a salvo de esto. ¿Qué ocurrirá cuando crezcan? ¿Cómo será el mundo entonces?
No es esta guerra, son todas las guerras, todos los éxodos, todas las huidas, todos los cuerpos sin nombre bajo las ruinas. Es esta pandemia, es esta violencia, es esta sensación de desarraigo, cómo si ya no fuésemos animales, como si hubiésemos perdido por completo la conexión con la naturaleza. ¿Es que ya nada duele? ¿Es que solo nos queda continuar caminando sobre cadáveres?
Estoy atrapada, a veces me falta el aire, me pesa el futuro entre las costillas, siento que la piel se agrieta y se abre exponiendo el contenido, y ya basta solo que amanezca para abrasarme, para destruirme.
Si aún fuésemos animales emprenderíamos la huída de las gaviotas cuando se avecina tormenta. Pero ¿hacia dónde corremos? ¿Dónde está el lugar seguro? ¿Dónde el hogar?
No solo tengo miedo, lo peor es la desesperanza.
¿Y tú, cómo estás tú?
*La imagen es de Sandra de la Cruz. Es una artista imprescindible para mí.
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