
Buenos días
Ya sabéis que soy una melancólica, una mijita existencialista, y que de estoica tengo poco. Así que si me levanto, con un desvelo ya crónico, soy de las que se entretienen en repasar los errores, así soy, ya me juzgo yo cada día. Lo necesito. Me levanto para estrenar el día, y me detengo en la luz, los sonidos y los pasados. A menudo me echo de menos, me pienso un rato, como individua, me pregunto donde andan mis desvelos adolescentes y solo a veces, me parece que me perdí.
Entonces despierta la casa, con un estruendo de voces pequeñas, y los perros corren por el pasillo y se apostan en las puertas como si llevasen esperándolos años, se quiebra esa soledad que me impongo con una fiesta de cristales rotos, como si estallase de repente un universo bajo mis pies y borrase todo aquello que me mantuvo insomne. Pasos rápidos y cortos, abro la puerta, un perro me lame las piernas y se cuela el primero, uno de los gatos salta a la cuna, de pie en las camas “Mami te he llamado, ya es de día”. Y sí, de repente amanece como si nunca antes hubiese habido un sol tan franco.
Volveré a encontrarme cuando esta tormenta pase, pero mientras, qué placer este sonido de cristales rotos recordándome que la vida está aquí y ahora, que mañana otra vez será de día, y que justo antes de perderme ellos me recordarán quién soy.
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