Bienvenidos y gracias
¡Bienvenidos!
Se acerca navidad y tengo que confesar que a mi me encanta. Me gustan las luces, los colores, la musica, el olor y sobretodo me gusta la ilusión. Es como si pudiese hacer un paréntesis. Un segundo, por favor, empuja más allá los insomnios, aprieténse los planes pospuestos, las listas de tareas, las desilusiones, los fracasitos y todas esas veces que vamos a seguir decepcionando y voilá, un huequito para colocar esta guirnalda, esta corona de adviento y un par de hojaldrinas. Fun, fun, fun.
Y es que aunque sea una descreída, y aunque a ratos me posea el espíritu de fin del mundo la realidad es que yo necesito este refugio. En mi navidad viven todos mis muertos, los que ya no están y me quisieron, a los que quiero, en mi navidad camino descalza por un salón repleto de luces de colores, estoy despeinada y repaso una carta de reyes inmensa, en mi navidad mi abuela trae la zambomba más grande del mercado del parque, mi abuelo se come la fruta escarchada y hay una mesa inmensa donde nunca falta nadie, y mis hijos juegan con mi abuela Ana a lanzar espaguetis cocidos al techo de la cocina, y le cuento a mi abuelo Pepe que la consulta va bien pero que me cuestan los números, y volvemos a ver Wilow tirados en el sofá de flores, y me pican las medias del día veinticinco y todos cantan aunque no sepan. Lo bueno de hacer una paréntesis es que dentro me cabe todo, hasta el imposible de que mis muertos conozcan cómo ha seguido la vida, de que por unos instantes sienta que es posible que mis hijos también los disfruten. Y os pienso, y os siento, y os comparto.
Mamá y papá de mi paciente, es por eso que cuando en navidad apareces con regalos, cuando me invitas a formar parte de tu propio refugio, no puedo decir «no te molestes» no por favor, sigue haciéndolo, no sabes la ilusión que me despiertas, no sabes la alegría que me da desayunar hoy con tu aceite, que mis hijos merienden las rosquillas de huevo que me hiciste, ponerme esos pendientes tan chulos, saber que te acordaste de mi, que me sentaste un ratito a tu mesa, la tuya, que la tendrás, en la que repasas momentos felices, en las que me has guardado un laíto. Mi trabajo es maravilloso y recibir reconocimiento personal de los pacientes lo es aún más. Gracias a todos por invitarme a ocupar un trocito de vuestra navidad. Seguid haciéndolo, me ayudáis a crear un espacio aún más grande, donde cabemos todos, donde todas las nubes se amontonan en sus márgenes, que ya amanecerá día siete de enero, pero mientras, ¡feliz navidad y gracias por todos vuestros regalos!
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