Amanece, que no es poco.

Abril madruga y yo no me acuesto. Me acuesto, verán, me voy a la cama temprano, con la sensación de cargar un traje de plomo. Cuando voy a la cama soy blanda, casi pegajosa, como un magma de mí que se derrama sobre las sábanas y las empapa dejándolas calientes y despeinadas; al final del día estoy desecha y vagan mi voz y mis manos entre los pliegues de la ropa, y apenas tocan ni se escuchan, solo vagan, abandonadas, y sin timón, y sin embargo, aunque me duermo con un sueño denso de cárcel, de madrugada saco a pasear todos los fantasmas y se me llena de arena el colchón, y ya todo duele, todo lastra, todo atrapa.

Así es como he iniciado hoy también la huída y se ha unido la madrugada con el amanecer de Abril gritando contenta y loca, que así gritan las niñas que nunca saben qué día es. La he rescatado de la cuna, la he agarrado muy fuerte y nos hemos abrazado, así, muy juntas, una media hora. Ella rendida a la evidencia de no poder luchar contra mi pecho, yo, por vez primera descansada, aunque solo sean esos minutos.

Aquí el resto duerme. Duerme Lucas, y Alejo, hasta los animales duermen. Y ella y yo hace rato que andamos sosteniendo el día. ¡Qué responsabilidad más grande! Os estamos guardando el amanecer cada mañana. Que sepáis que el sol sigue aquí, que nadie tiemble, nosotras damos fe de un nuevo día y de la vida que estalla apenas Abril abre su boca.

Estamos corriendo por el salón, como si fuese una playa, con los pies llenos de la arena que anoche dolía y hoy sueña, con la sonrisa limpia de sal, con el ruido que hacemos las olas en las playas desiertas de este invierno tardío.

No desesperemos, Abril y yo damos fe, seguirá habiendo amaneceres y playas de primavera. Solo habrá que esperar un poco y mientras, nos sacudiremos la arena de estas madrugadas insomnes. Y de aquel miedo, estas orillas. Y de aquel asedio, estas olas.

Besos y promesas de otra primavera

(La foto, la playa de los muertos… hace solo un año, mientras esperábamos a Abril)