globo animado

A ti que tuviste un nombre

Imagen de @gestandounaidea.

Estamos embarazados

Era jueves cuando empecé a sentirte. La tensión en el pecho a punto de estallar, el cosquilleo en el abdomen, la familiar sensación de no estar sola. Compré un test de embarazo y en segundos aparecieron las dos rayas. ¡Embarazada de nuevo! En inicio me pesaste, Alejo era aún tan pequeño… cumpliría un año en un par de semanas, me asustó la idea de volver a empezar en medio del caos que aún era mi familia casi recién estrenada. Llamé a Lucas, “Estamos embarazados”, aún sin imaginarte aunque sabiéndote dentro porque te noté en el mismo instante en que empezaste a crecer de mí.

Te imaginé con un nombre, te imaginé con tus ojos marrones y el pelo rubio, (…)

Avanzaron los días y de repente comencé a gestar una tristeza nueva, un ánimo metálico, una sensación de humo. Hable con Lucas una mañana antes de ir a trabajar, recuerdo que le dije, que algo no iba bien, que por alguna razón, yo sentía que no podría acunarte, que sentía que aquí dentro, tú no lograbas construirte. Aun así te imaginé con un nombre, te imaginé con tus ojos marrones y el pelo rubio, como tu hermano, te imaginé dándome la mano, te imaginé corriendo por casa, subiéndote encima de Saco, sobre tu cama, imaginé como sería ducharos a los dos juntos, como sería ese febrero en que podría conocerte.

Seguí sintiendo la pena oscura, como si un alquitrán caliente me pesase sobre los hombros y me hundiese, tanto es así que busqué que una compañera me hiciese una eco, necesitaba verte. Te vi, diminuto, más pequeño de lo que debieras, aún sin latido (pero es pronto, me repetía, la semana que viene podré escucharte, seguro, me repetía).

La tristeza de derrumbe

Una semana después yo continuaba con esa tristeza nueva, la tristeza de losa, la tristeza de derrumbe, hasta que una madrugada de guardia sentí que te rompías, un reloj de arena, el cristal quebrándose despacio dejando escapar el grano lentamente, como un llanto caliente y tranquilo. Primero fue un manchado rosado, y me afané en tratar de identificar su origen, me autoexploraba una y otra vez en el baño minúsculo de mi habitación del hospital, yo quería encontrar una herida que justificase aquella mancha, aun sabiendo que la herida eras tú, que te andabas despidiendo sin querer dañarme.

Ese día, de nuevo, me vio un compañero. Yo ya estaba llena de ti, había sangre, y él me explicó que lo más probable era que ibas marcharte. “En unos días lo sabrás” me dijo, a pesar de que yo ya lo sabía.

Me llené de náuseas y de cristales

Dos días después Alejo cumplía un año y yo sangraba enferma como nunca, enferma de un derrumbre, enferma de una pena de humo negro, enferma de despedida. Me llené de naúseas y de cristales, me dolía el aire, me supe más sola que nunca, y te despedí y te lloré encerrada en el baño, a ti que tuviste un nombre, y un hermano, a ti que fuiste rubio y me agarraste con una mano redonda.

Compartir:

2 Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

  Acepto la política de privacidad

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Información básica sobre protección de datos

  • Responsable: Marta Garín Montañez
  • Fin del tratamiento: Controlar el spam, gestión de comentarios
  • Legitimación: Tu consentimiento
  • Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  • Derechos: Acceso, rectificación, portabilidad, olvido.
  • Contacto: info@dragarinpediatra.com.
  • Información adicional: Más información en nuestra política de privacidad.