Yo solo he dicho la verdad
Se masca la tragedia
Ayer, seis de la tarde, saliente de guardia, primer día de regla, mañana bregando con mis propios hijos, yo cansada, despeinada, descoloría y pasando consulta.
Uno de mis pacientes; una maravilla, super cariñoso, simpático, ocurrente… hacia tiempo que no lo veía. Me levanto para explorarlo, ya es mayorcito, veo como se fija en mi barriga. Se masca la tragedia, no digo nada, pero él ya ha archivado el dato (pediatra barrigona). Lo exploro, me siento, hablamos… “¿Vas a tener otro hijo?”. Su madre corre en mi ayuda “Qué va, es que ella ya tuvo el bebé, es que tú no la has visto desde que estaba embarazada, pero su bebé es aún muy pequeña” “Ah, por eso estas gordita…” La mamá, que también en pa achucharla, vuela para tratar de quitarle hierro (que no lo tiene) “Pero hombre, eso no se le dice a las mujeres” “Pero ¿Por qué mamá, si solo he dicho la verdad?” Y así es, solo había dicho la verdad. Le dije que no pasaba nada, que estaba barrigona después del segundo embarazo, y que no está mal decir la verdad, que no me ofendía.
Y de hecho no me ofende…
Solo quemaré el vestido que llevaba ayer…
Nada más.
Y es que qué complicado es aceptarse.
Yo llevo en esa lucha desde que recuerdo, desde que tuve conciencia de mí y de mi cuerpo. Toda la vida esforzándome por cambiar. Dietas de todo tipo, nunca dietas milagro, ya habréis notado que soy una escéptica, y que si no os dejo darle bolitas para los moquitos a vuestros hijos tampoco voy yo a encomendarme a la dieta del kiwi… pero he conocido todo tipo de dietistas, nutricionistas, endocrinos,… He pasado mi infancia, mi adolescencia y mi vida adulta a dieta y forzando mis límites para tratar de convertirme en otra. Otros cuerpo por favor. Pellizcándome las caderas, las líneas de la cintura, apretándome el pantalón para recordarme que no estaba a la altura, evitando las piscinas adolescentes en verano…
Os imaginaréis el seísmo que supone un embarazo en un cuerpo como este, un cuerpo acostumbrado a la huída, un cuerpo siempre derribando calles para construir otras nuevas.. Os imaginaréis qué presión ver crecer las líneas que te has afanado toda la vida en exprimir, en cerrar; qué desasosiego superar todos los nunca y de repente verte tomada por otro cuerpo, vestida de alguien que no reconoces y que es tu peor miedo.
Mientras estás embarazada no duele tanto, un poco, pero no tanto. La verdadera herida es mirarte al espejo después, días después, meses después, y saber que ya no hay motivo y que tu cuerpo sigue siendo campo de batalla. Tú excesiva y desbordada.
Y es que he caído en la cuenta en que nunca puse energía en aceptarme, ni siquiera hoy, ni siquiera ahora, de hecho estoy dispuesta seguir en el empeño de cambiar, no de aceptarme. Qué bonitas todas las frases Mr Wonderful y qué mentira tan grande. Yo no quiero aceptarme, yo quiero cambiar y luego ya, aceptarme.. ¿Está mal decirlo? ¿Debería proyectar una imagen invencible y segura de mí misma? ¿Debería decir que amo mi cuerpo y mis inseguridades? Lo siento si decepciono, tampoco me he alzado nunca con la bandera de la Mujer Maravilla.. Yo soy esto, esto que teme y se duele, esto que no se acepta, este error de pasarse la vida intentando ser otra en parte. Y qué sencillo sería hacerme un credo de Paulo Coelho, un padre nuestro de libro de autoayuda…
Creo en mí sobre todas las cosas
en mis caderas rotundas como fuerza imparable
en mi vientre que fue hogar desbordado
en mis piernas de mujer sin miedo.
Creo en mi brazos redondos y calientes
en la marca de este pantalón sobre mi cintura
en la herida de otro cuerpo sobre el mío
en este recipiente acostumbrado a la huída.
Creo en esa que me mira en el espejo
creo en los pliegues del tiempo en mis mejillas
en las ojeras que estreno los martes
en la certeza de esta insuficiencia mía.
Creo en mí sobre todas las cosas
porque existo así, tan imperfecta
pero creo, y esto es lo más escandaloso,
que preferiría no tener que vivir en esta lucha continua conmigo.
Así que sí, amigas, yo seré fuerte, yo seré feminista, pero yo tengo grabado a fuego que hay sentarse recta, que hay que meter barriga, que hay estar guapa y que los cánones de belleza no son este cuerpo mío, que existe, que me pertenece, que me encierra y me permite el vuelo a partes iguales, pero con el que estaré toda la vida en guerra. De modo que para aquellas que os confesáis feministas, inteligentes, liberadas, y aun aún así, a oscuras, a solas, os cuesta aceptaros, no estáis solas, yo estoy aquí, leyendo Simone de Beauvoir con un pantalón apretado y pellizcándome la barriga…
Ojalá me inunde de positividad psicodélica y empiece a amarme completa, pero mientras,… Voy a quemar ese vestido…
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