Alerta roja: nos están matando los sueños
Hoy es el día en que se moviliza el mundo de la cultura porque esta pandemia los está matando.
Supongo que sabéis que están cerrando los pequeños locales que ofrecían música en directo, los café-teatro, los espacios donde se leía poesía… Están matando, en suma, a los artistas y a todo los que el mundo del arte mueve.
Yo he asistido a un concierto este verano. Estabámos escrupulosamente separados, sentados en sillas, con una mesa auxiliar, entradas y salidas por orden de fila, y al aire libre. Pero bien podría haber sido en un espacio cerrado con semejante medidas de seguridad.
¿Qué hay que convierta en letal un mismo espacio si en él se hace arte? ¿Qué hace que un restaurante sea menos peligroso que una sala de conciertos con todas sus extraordinarias medidas de seguridad?
Yo no soy artista, pero vivo del arte.
A mi leer me hizo ser quien soy, el teatro me enseñó una aventura perfecta, la música un anhelo perpetuo. Yo no sé vivir sin poesía, sin canciones, sin historias.
Yo he batido alas en un concierto, he besado con furia en la acera de un teatro, he llorado hasta secarme el pecho oyendo a otro gritar lo que yo no supe, he creído en la libertad como un absoluto, con los pies descalzos y el pelo enredado en medio de ninguna parte con otros muchos igual de perdidos, igual de hallados.
Yo me he crecido con todos los cuentos, con los versos rotos de poetas muertos, y de poetas insultantemente jóvenes, tengo una guarida repleta de libros usados, con las hojas gastadas, con los labios partidos. Yo he escrito y escribo, en los bordes de listas pragmáticas, versos libres.
No soy artista, pero vivo del arte.
Es necesario reclamar que se nos devuelva la posibilidad de seguir soñando.
No podemos dejar que pase este desastre asolando todo lo que quisimos.
No podemos permitir que se mueran de hambre todos los constructores de sueños.
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